EN ESTOS DIFÍCILES días he encontrado tiempo para rebuscar
en la hemeroteca y rescatar algunas líneas de un artículo que publiqué en el
periódico EL DÍA, el domingo 11 de noviembre de 2001. Unas palabras que
han cobrado repentina y violenta actualidad, convirtiéndose en un desgraciado
augurio respecto a los hechos acaecidos el pasado domingo. El motivo del
artículo era una reflexión sobre las primeras lluvias del otoño en Tenerife y
que - equivocadamente - algunos medios de comunicación habían presentado como
catastróficas. Este texto que pasó sin pena ni gloria por las páginas impresas
de la sección de Opinión del principal diario de la provincia de Santa Cruz de Tenerife
cobra una vigencia funesta en estos tristes días para Tenerife y para toda
Canarias.
"La modesta intención de estas líneas es hacer
reflexionar a responsables políticos, medios de comunicación y ciudadanos en
general sobre lo que puede ocurrir un día, no demasiado lejano en el tiempo,
con consecuencias negativas mucho más graves de lo acontecido recientemente. La
realidad de este territorio tras largas décadas de intervención humana es que
el riesgo de padecer serios daños producto de un temporal no ha hecho más que
incrementarse. Pero quizás lo más grave es que esta sociedad ha perdido su
memoria histórica, no se recuerdan los cientos de verdaderos temporales de
viento y lluvia que ocasionaron decenas de muertos y serias pérdidas económicas
en tiempos precedentes".
"Después de años de intervención humana, de grandes
extensiones urbanizadas y de numerosas infraestructuras de comunicación que
atraviesan e ignoran el riesgo real e inevitable de que este tipo de
acontecimientos atmosféricos se repitan en el futuro inmediato, podemos
concluir que no estamos preparados ni física ni psicológicamente para soportar
los efectos de este tipo de sucesos y a las pruebas del pasado domingo me
remito. Es evidente que los grandes taludes al borde de carreteras y autopistas
representan un peligro potencial cuando acontecen grandes lluvias. Los
desprendimentos y corrimientos de tierras serán habituales con el consiguiente
riesgo para la circulación. En ese sentido, quiero manifestar que no podemos
adecuar toda la naturaleza a las exigencias de una sociedad urbana y
terciarizada, porque para eso habría que recubrir de cemento y asfalto todo el
territorio, y supongo que eso no es algo deseable, al menos no para la mayoría
de los canarios. La urbanización de los márgenes y de las desembocaduras de
nuestros barrancos implica otro peligro aún mayor. Este tipo de sucesos debe
motivar la reflexión de la ciudadanía por la escasa preparación de esta
sociedad para soportar el impacto de una catástrofe de origen natural. Es obvio
que hemos perdido la cultura de nuestros antiguos campesinos que respetaban en
un grado muy superior a la naturaleza y a sus manifestaciones más
violentas".
"En definitiva, el primer aguacero después de la época
estival nos ha aportado - además de unas pocas precipitaciones - toda una
lección didáctica que mucho me temo no seremos capaces de asimilar y aprovechar
(...). En cambio, cuando ocurra (que ocurrirá, no lo duden) un verdadero
temporal nos lamentaremos sobre los errores cometidos mientras pedimos la declaración
de "zona catastrófica", evaluamos las pérdidas económicas y lloramos
a las víctimas. Así es como funcionan las cosas en este "primer
mundo" nuestro de cada día. Tiempo al tiempo...".
Es terrible que el tiempo haya dado la razón a estas
palabras, pero no había que ser un profeta para saber que esta situación se
acabaría dando más tarde o más temprano en una ciudad como Santa Cruz de
Tenerife (o en cualquier otro municipio), que ha ignorado en su crecimiento
urbano y poblacional las leyes de la naturaleza. No es hora de buscar culpables
ni echar las culpas a terceros. Todos los canarios tenemos nuestra cuota de
responsabilidad en lo sucedido. Lo que sería importante de una vez por todas es
que esta trágica lección sirviera para algo, que nos enseñara a todos,
políticos, técnicos, constructores y ciudadanos en general que debemos ser
estrictos y rigurosos en la planificación y ordenación del espacio. Cualquier
desajuste, error, permisividad o falta de control en el crecimiento tiene
consecuencias, que acaban por llegar más tarde o más temprano.
¿Cuál es el papel de la sociedad en este tema? Es claro y
meridiano: exigir, reclamar y hacer llegar a sus responsables políticos la
obligación de hacer un esfuerzo - de verdad - en promover medidas y acciones que
eviten y prevengan la repetición de este tipo de sucesos. Aprender de esta
tragedia una lección para el futuro será nuestro mejor homenaje a las víctimas
del temporal del 31 de marzo en Santa Cruz de Tenerife. Y, por favor, no
perdamos la memoria de lo sucedido, es uno de nuestros principales patrimonios.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 31 de Abril 2002
No hay comentarios:
Publicar un comentario