Esta semana se han publicado los precios del mes de junio
para los plátanos canarios. Un dato que no hacía más que confirmar las peores
noticias para los cultivadores de esta fruta, la situación ruinosa de facto
para la gran mayoría de los agricultores que han cortado la fruta durante el
verano. Para abundar en la caída de los precios podemos citar que la categoría
extra - la mejor - alcanzó en la semana 26 la irrisoria cantidad de 7
ptas./kg., mientras que la 2ª categoría, de peor calidad, disminuye hasta la
sorprendente cifra de - 33 ptas. Es decir que necesitamos cuatro kilos y medio
de extra para compensar los gastos de un solo kilo de segunda categoría,
«regalados» previamente.
¿Qué significa que se venda la fruta en valores negativos?
Pues que una vez vendida la producción a la cooperativa, el agricultor tiene
que compensar el precio negativo aportando la cantidad necesaria para los
costes de transporte y fletes, desapareciendo con ello cualquier mínimo
beneficio posible. Esta es la causa de que las explotaciones que no tengan al
menos el 70 por ciento de la producción de la categoría extra hayan padecido
una aguda caída en sus cuentas.
Lo peor de esta situación es que las áreas afectadas se
concentran en las zonas Norte y en las medias del Sur de las Islas. Se trata de
espacios agrarios que albergan a los agricultores que - cultivando al aire
libre - han cortado más de la mitad de su cosecha entre los meses de junio y
agosto, es decir, el período de precios ruinosos, durante el que se han enviado
a la Península la nada despreciable cantidad de 67 millones de kilos, lo que en
costes de producción (60 ptas./kg.) equivale a 4.020 millones de ptas.
Las ayudas europeas - hasta la fecha - han permitido
mantener un manto verde en el Archipiélago, en lugares como la Isla Baja de
Tenerife, la costa de La Guancha e Icod de los Vinos, lo poco que queda del
Valle de La Orotava, Valle Guerra, Tejina, Barlovento, Los Sauces, Tijarafe o
Los Llanos de Aridane, Hermigua, Agulo, la costa de Arucas, etc. Sin embargo,
estas zonas están en serio peligro y se ven abocadas a su extinción a corto
plazo, si nadie lo remedia. Tras una crisis repetida por segundo año
consecutivo, esta coyuntura negativa está condicionando el futuro inmediato de
miles de canarios y canarias, cuyo sustento se basa en la agricultura
tradicional platanera.
Por otro lado, resulta aún más inexplicable para la opinión
pública canaria que ni ASPROCAN ni las organizaciones plataneras «muevan un
dedo» por defender o ayudar a los agricultores en problemas para sobrevivir, no
para ganar más, sino para mantener sus explotaciones un año más en condiciones
dignas. Por el contrario, se limitan al discurso retórico y a señalar que se
trata de una «polémica inventada» por «agitadores profesionales». Sin ideas,
sin diálogo, sin alternativas para las zonas afectadas, ni para los miles de
agricultores (más de la mitad del censo de las Islas). Parece un número
demasiado elevado de personas - incluso - para tratarse de un «problema
inventado».
No hay que ser un lince para descubrir que la Unión Europea
no va a estar por la labor de subvencionar una agricultura industrial de
plantación, que no se ve influida por este tipo de crisis estacionales. Baste
un ejemplo para demostrarlo: un par de empresas especuladoras de Gran Canaria o
Tenerife reciben más dinero en ayudas que todo el municipio de San Andrés y
Sauces, en La Palma, con más de mil agricultores de plátano. Asimismo, tampoco
le gustará a Bruselas que la secular unidad de acción y de defensa con relación
al plátano de Canarias se haya roto y exista un profundo abismo entre los dos
sectores más importantes de la producción: los grandes productores, por un
lado, dominadores de ASPROCAN, donde el voto se otorga por los kilos
producidos, y no por el número de agricultores. Para muestra valga un botón, un
solo par de personajes destacados de ASPROCAN tiene más poder en las votaciones
que todos los agricultores de Los Sauces y la Isla de La Gomera juntos. Es por
ello que son los agricultores tradicionales, integrados en las cooperativas,
los únicos en dar la cara, mientras que para ASPROCAN y 3 ó 4 Sociedades
Agrarias de Transformación, la crisis es sólo un problema de los
«ineficientes», los mismos que con su esfuerzo de generaciones han puesto las bases
geográficas y sociales para justificar las ayudas conseguidas de Europa.
«Ineficientes», según este simplista planteamiento, son los 4.500 agricultores
de Coplaca, los más de 1.000 de Cupalma u otros tanto de Palma Madrid. Podemos
imaginar con facilidad las dificultades que encontrarán nuestros negociadores
para explicar esta situación a los responsables comunitarios, ya es bastante
difícil que lo entendamos los canarios. El debate, en suma, se centra en ver
quién se quedará con las ayudas y los cupos al final de esta contienda, la
agricultura familiar tradicional o la agricultura de plantación industrial.
Para terminar este artículo, sólo me resta animar a todos
los agricultores canarios tradicionales a defender su justo derecho a reclamar
una solución para sus problemas, por muchas razones: podríamos argumentar los
motivos sociales, que contribuyen a mantener un paisaje y una forma de relación
con el medio singular - hoy en franco y triste declive - , que fijan población
en el medio rural, entre otras justificaciones. Pero no es menos cierto que es
fundamental para el equilibrio social y ambiental que los agricultores de
siempre no «tiren la toalla» y cambien el verde de las plataneras por el gris
del cemento, una reconversión de usos del suelo que acarreará nefastas e
irreversibles consecuencias para el alicaído sector primario de Canarias,
quizás dándole la puntilla definitiva. Pero hasta que ese momento llegue
debemos luchar con todas nuestras fuerzas para evitarlo. Desde el antiguo
testamento se hablaba de las vacas gordas y las vacas flacas, ahora hemos de
solicitar a los implicados un esfuerzo de comprensión y solidaridad para que
las vacas gordas no sean sólo privilegio de unos pocos.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 26 de Agosto 2001
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