domingo, 3 de febrero de 2002

Almendros en flor


EL PASADO FIN DE SEMANA tuvimos el privilegio de asistir, por quinto año consecutivo, al recorrido del almendro en flor, en el municipio de Santiago del Teide. Una actividad lúdica y educativa promovida por el Ayuntamiento del citado municipio y, en especial, por su concejala de cultura, Dña. María Candelaria Pérez, y el propio alcalde, D. Pancracio Socas.

Este tipo de actos trasciende más allá del simple folclorismo, tan en boga en los últimos tiempos. El tema central de la celebración hunde sus raíces en la historia y en la cultura de las zonas agrícolas más pobres de la Isla, en las que la escasez de lluvias unida a la carencia de suelos fértiles, en terrenos dominados por coladas recientes, malpaíses o lapilli (ceniza volcánica), provocó que el agricultor tuviera que esforzarse en buscar soluciones imaginativas para conseguir alimentos de primera necesidad. En esa línea es donde debemos situar la "cultura del frutal" de nuestro sur. La paciencia, la innovación, la observación y el trabajo de los campesinos permitieron que, a lo largo de cinco siglos, determinadas variedades de árboles frutales, como los almendros o las higueras (entre otros) fueran capaces de colonizar los terrenos más pobres, desde Lanzarote hasta El Hierro, y cuya máxima expresión es aún visible - con dificultad - en las sufridas medianías del sur de Tenerife.
Es por ello que "la ruta del almendro", realizada en Santiago del Teide, es un recordatorio de valor ecoambiental, ya que nos recuerda, por un lado, nuestro acervo histórico-cultural y, por otro, cómo nuestros antepasados fueron capaces de reconocer y aprovechar los recursos que la naturaleza les proporcionaba y cómo adaptarse a las limitaciones geográficas de un territorio inhóspito. A esto tenemos que añadir la cualificada opinión de un destacado experto californiano en la producción de almendras, sorprendido ante la resistencia y capacidad de producción de las variedades canarias.
En ese sentido no es malo recordar cómo los almendros constituyeron la vanguardia de la colonización humana de las "manchas", es decir, los terrenos ocupados y coloreados por las lavas históricas y recientes. No deja de resultar sorprendente cómo, aún hoy, transcurridas varias décadas de olvido y abandono, podemos localizar miles de ejemplares de esta antigua fuente de recursos alimenticios que sobreviven sin ningún tipo de cuidado o atención, sepultados por la maleza y la desidia de una sociedad consumista y olvidadiza.
Esos árboles equivalen a miles de esperanzas sembradas por hombres y mujeres que los plantaron y cuidaron con devoción y mimo, como única alternativa frente al hambre, en un árido sur, sin agua de galerías para riego o turistas en busca de sol y playa. En definitiva, los almendros del sur tinerfeño no sólo es el legado de una economía precaria, sino lo que es más importante, una cultura de supervivencia, de sostenibilidad, de aprovechamiento de los recursos sin agotarlos. Dice el proverbio que no debemos olvidar el pasado para evitar repetir en el presente los errores cometidos, de forma que nuestro futuro se vea comprometido gravemente. Es probable que eso sea ya una utopía, que nuestra memoria sea ya demasiado frágil y es por ello que actos como el promovido por Santiago del Teide deben ser auspiciados y valorados como merecen.
Quién sabe si en un futuro no muy lejano no tengamos que rebuscar en nuestro pasado para encontrar soluciones imaginativas (o desesperadas) a los problemas del presente.
Tan improbable - supongo - como que los argentinos, dueños de una de las naciones más ricas del planeta, tengan hoy que recurrir a las cacerolas vacías como única respuesta a una brutal crisis económica y al hambre subsiguiente.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 3 de Febrero 2002

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