domingo, 3 de marzo de 2002

Los montes de Tenerife y su papel en la economía insular


EN EL PERIODO comprendido entre el siglo XVI y los años cincuenta del siglo XX, el monte y los pinares fueron pilares básicos de la economía insular. Un amplio espectro de productos forestales fueron intensamente aprovechados para la subsistencia de nuestros antepasados: desde la construcción de una vivienda hasta el uso para la pesca de "hachos" de tea (antorchas utilizadas por los pescadores para alumbrar sus faenas), pasando por la elaboración de abonos orgánicos, construcción de canalizaciones para el agua, etc. 
La deforestación de la Isla constituyó la consecuencia lógica de la elevada presión humana en busca de recursos para sostener una subsistencia precaria. Para constatar esta cuestión basta con revisar el estudio de la superficie forestal de las Islas de Pedro de Olive, en 1865, o el excelente trabajo sobre los pinares de Tenerife firmado por Díaz del Corral, en 1930. Es en las últimas décadas del pasado siglo cuando pierden de forma paulatina su carácter de recurso económico, para pasar a desempeñar, ya en tiempos recientes, unas funciones ambientales y lúdicas, como lugares de recreo y esparcimiento de una sociedad netamente urbana, que demanda espacios libres y naturales, que le alejen de su paisaje cotidiano, enmarcado por ríos de asafalto y desfiladeros de cemento.
Nadie discute hoy en día que el mantenimiento y la potenciación de nuestras masas forestales es un factor de capital importancia para el medioambiente canario, que no sólo es vital en la lucha contra la erosión, una amenaza real y permanente a la que nos enfrentamos a diario, sino que también contribuye a nuestro equilibrio ambiental a través de su papel para la captación de agua de lluvia y posterior filtración al subsuelo.
En definitiva, a pesar de que los montes ya no son parte de una economía directa, no han dejado de ser importantes para nuestra sociedad. De ahí nuestro reto actual en su gestión y la necesidad de una inversión continua de recursos económicos y humanos. Los gestores de hace cuarenta años eran otros, fundamentalmente los vecinos de los pueblos, cuyo enfoque utilitarista y práctico primaba sobre otras consideraciones, sin embargo no dejaba por ello de estar presente en sus mentes el concepto del agotamiento de los recursos forestales, con lo que se impedía una explotación brutal y sin medida (salvo excepciones). En ese sentido, podemos señalar como ejemplo que el Monte Aguirre no se entiende sin tener en cuenta el histórico suministro de agua a la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, a través de la cuenca del Valle Tahodio. La identificación de masa forestal y captación de agua de lluvia se realizaba antaño de forma automática.
Para el futuro, nos enfrentamos a una gestión cada día más compleja, en la que debemos hacer frente a una intensa labor de silvicultura que mejore nuestras masas arbóreas, con trabajos de entresacas, cortafuegos, etc., para la que - en los próximos años - esta sociedad deberá dedicar varios miles de millones de pesetas. Es importante destacar que hoy en día contamos con la mayor superficie forestal de la historia de la Isla y este patrimonio de todos tiene un elevado coste de mantenimiento, tal y como ha sido puesto de manifiesto en las recientes jornadas nacionales sobre silvicultura celebradas en Tenerife. Una inversión que tal vez no esté suficientemente valorada en nuestra sociedad, pero que será vital para la conservación para las generaciones futuras de estos espacios naturales, verdaderos refugios de vida y libertad.


Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 3 de Marzo 2002

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