DESPUÉS DE TRES AÑOS consecutivos con graves problemas en la
comercialización de los plátanos, el sector apenas da síntomas de reacción
positiva. Esta situación se mantiene, a pesar de la puesta en marcha (si se
cumplen las promesas realizadas) de importantes medidas correctoras e
incentivadoras, como son: la creación de un fondo para compensar las rentas más
bajas, el apoyo a las exportaciones más allá de los Pirineos, el freno a las
nuevas plantaciones y una serie de acciones encaminadas a promover la
concentración de la comercialización del producto.
Si bien es verdad que estas medidas deben contribuir a una mayor eficiencia en la producción y comercialización del plátano, el pasado inmediato nos deja un legado en el que las crisis sucesivas han dejado profundas heridas de difícil, si no imposible, cicatrización. Es fácilmente constatable la profunda descapitalización experimentada por el sector que, en especial, ha afectado a los agricultores con ingresos más bajos. En ese sentido, baste apuntar el dato de que en muchos casos han percibido de media anual no más de 20 Ptas./kg., lo que equivale en el caso de la Isla de La Palma a que por los 74 millones de kilos de plátanos comercializados hasta la fecha, ha dejado de ingresar respecto de ejercicios anteriores la respetable cifra de 1.580 millones de pesetas. Las negativas consecuencias de este proceso afectan en mayor medida a las explotaciones al aire libre, muchas de ellas en serio peligro de abandono inmediato, con signos visibles en los valles de La Orotava o Aridane, la Isla Baja, Los Sauces y un largo etcétera. Un dato que puede parecer anecdótico pero que resulta especialmente esclarecedor es que apenas se está poniendo estiércol en muchas de estas explotaciones, con lo que se consolida la idea de que el futuro inmediato de esas fincas es el abandono del cultivo.
Si bien es verdad que estas medidas deben contribuir a una mayor eficiencia en la producción y comercialización del plátano, el pasado inmediato nos deja un legado en el que las crisis sucesivas han dejado profundas heridas de difícil, si no imposible, cicatrización. Es fácilmente constatable la profunda descapitalización experimentada por el sector que, en especial, ha afectado a los agricultores con ingresos más bajos. En ese sentido, baste apuntar el dato de que en muchos casos han percibido de media anual no más de 20 Ptas./kg., lo que equivale en el caso de la Isla de La Palma a que por los 74 millones de kilos de plátanos comercializados hasta la fecha, ha dejado de ingresar respecto de ejercicios anteriores la respetable cifra de 1.580 millones de pesetas. Las negativas consecuencias de este proceso afectan en mayor medida a las explotaciones al aire libre, muchas de ellas en serio peligro de abandono inmediato, con signos visibles en los valles de La Orotava o Aridane, la Isla Baja, Los Sauces y un largo etcétera. Un dato que puede parecer anecdótico pero que resulta especialmente esclarecedor es que apenas se está poniendo estiércol en muchas de estas explotaciones, con lo que se consolida la idea de que el futuro inmediato de esas fincas es el abandono del cultivo.
Esta situación supone el punto más bajo de una evolución positiva del sector
comenzada con la creación de la OCM del plátano, hace ya casi nueve años. Debe
ser este el momento en que resulta obligatoria una reflexión profunda, de gran
calado, si nuestro interés real es el mantenimiento de los miles de puestos de
trabajo directos e indirectos que genera el plátano. Si pretendemos conservar
un paisaje agrario que repercuta en nuestra principal actividad económica, el
turismo, que al mismo tiempo nos ayuda a frenar la erosión y la desertización
del territorio insular. O si albergamos el deseo de mantener un frágil
equilibrio territorial y demográfico entre zonas urbanas y rurales. Si, como
digo, estamos interesados en la consecución de estos objetivos, la necesidad de
un compromiso de todos los agentes sociales y económicos implicados es tan
fundamental como necesario.
Por otro lado, en estos días hemos leído cosas muy curiosas: una, que esta
comunidad autónoma es una de las cuatro (las otras tres son industriales) que
han perdido capacidad de exportación, con lo que consolidamos aún más nuestra
posición de burbuja dependiente de las coyunturas internacionales que influyen
en el turismo. Esta situación de completa y creciente dependencia exterior se
ve extraordinariamente empeorada por la superpoblación que padece este
Archipiélago, que es un hecho real e incuestionable, y que cualquier ciudadano
de las Islas puede apreciarlo a simple vista, a pesar de las recientes
declaraciones de un colega universitario.
Por todo ello, debemos mantener nuestro apoyo a las justas compensaciones de la
Unión Europea y favorecer la mejora de todo el proceso de producción,
transporte y comercialización. En lo que se refiere a nuestras relaciones con
maduradores y comercializadores peninsulares, hay que destacar que - a pesar de
la crisis de los productores - han aumentado de forma significativa sus
márgenes comerciales, algo cuando menos paradójico. Además, en ningún caso es
bueno ni defendible que los ingresos de los mismos dependa en exclusiva de la
subvención europea; al contrario, es vital que los precios agrícolas superen
las rentas complementarias, y no al revés, como ha ocurrido en gran parte de
estos últimos tres años.
Por último, queremos insistir en que los plátanos tienen futuro, si mejoramos
la venta de un producto artesanal, con muy pocos tratamientos químicos, en la
que gran parte de la producción está más cerca de una producción ecológica que
de la producción del Área dólar, cargada de química de pesticidas y herbicidas.
La defensa de un paisajes singular y de una cultura agraria en vías de
extinción, que afecta sobre todo a los cultivos tradicionales al aire libre, es
otro de los beneficios que generan la solidaridad y las ayudas del resto del
sector, que puede dar muestras en el futuro próximo, por primera vez en mucho
tiempo, de estar realmente unido.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 23 de Junio 2002
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