ESTE AÑO SE HA DESARROLLADO en la isla de La Toja un emotivo
acto de promoción platanera promovido por ASPROCAN. En un marco ciertamente
idílico los representantes del sector de la distribución de esta fruta en la
Península se han relajado convenientemente, retozando en las saunas y en los
jacuzzi, aderezado todo ello con las delicias culinarias y enológicas del norte
gallego. Mientras estas "merecidas" vacaciones para los directivos de
ASPROCAN transcurrían, el sector de la agricultura platanera continuaba en su
ya larga decadencia comenzada hace ya tres penosos años. Contra la máxima de en
épocas de crisis todos debemos apretarnos el cinturón y tratar de - al menos -
demostrar una cierta austeridad, ASPROCAN opta por lo contrario, ante los ojos
atónitos de los agricultores, que ven cómo su futuro económico se desmorona,
mientras los que tienen que encabezar la búsqueda de soluciones y nuevos
mercados sólo son capaces de encontrar cantidades ingentes de ácido úrico.
Los agricultores, como he venido anunciando desde hace años, están bajando los
brazos cansados de luchar. Muchos aún no lo han hecho porque no tienen otra
alternativa mejor o porque todavía no les han hecho una oferta digna por su
terreno. La situación recuerda mucho a la típica película en la que a un
vaquero moribundo le acechan los buitres volando en círculo para, una vez caído,
hacerse con sus despojos. Unos piensan en urbanizaciones de adosados, otros en
campos de golf, pero en general hay muchos intereses pendientes de la caída
definitiva de estos abnegados trabajadores y trabajadoras canarios, que siguen
luchando contra viento y marea por sostener un barco que no sólo las
multinacionales norteamericanas están haciendo naufragar, más preocupantes aún
son la falta de unidad y algunas actitudes internas difícilmente defendibles
como la mencionada.
Por otra parte, es difícil de entender cómo de las 200-300 ptas./kg. que paga
un ama de casa en la Península, el agricultor recibe apenas un 10%, es decir,
entre 20-30 ptas./kg. Se podría pensar que con ese margen de beneficio en los
canales de comercialización seguiríamos vendiendo nuestros plátanos en la
Península aun sin los baños termales pagados por los agricultores. Y puestos a
pagar, por qué no hacerlo con los comercializadores franceses, o con los
ingleses, holandeses o alemanes, es decir, en la búsqueda de nuevos y más rentables
mercados allende los Pirineos.
No parece arriesgado pronosticar que este paisaje canario, en el que todavía
podemos hacer alguna foto con pinceladas de verde agrícola sobre blanco y gris
del cemento, tiene los días contados. Sin embargo, seguimos defendiendo que
soluciones existen a esta situación, que los plátanos de Canarias se continúan
vendiendo con éxito en los supermercados peninsulares, desde luego no se tiran
a los barrancos. De forma que, si los comercializadores ganan dinero con esta
fruta deben alentar la supervivencia de los productores con la instauración de
unos precios mínimos de referencia que permita - al menos (combinado con las
ayudas de la Unión Europea) - sufragar los costes de producción y un mínimo
beneficio para sostener la economía familiar. Por último, ha de reclamarse, una
vez más, la unidad y la solidaridad del sector, algo fundamental y que no
ocurre desde hace ya años, que nos permitiría afrontar el futuro inmediato con
esperanza.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 2 de Junio 2002
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