domingo, 30 de mayo de 2004

¿Isla sostenible?


EN LOS TIEMPOS QUE VIVIMOS, parece razonable y necesario que todos hagamos una reflexión sobre el modelo vigente de desarrollo que tenemos en estas islas, puesto que el mismo no sólo es fruto de los responsables políticos de la "cosa pública", sino también de todo el comportamiento colectivo de una sociedad, en la que cada uno de sus componentes tiene una cuota de responsabilidad específica.

Hoy es frecuente escuchar una palabra tan bonita como "sostenibilidad" y, en cambio, en pocas ocasiones oímos "insostenibilidad", término que se encuentra más cercano a nuestra realidad que el primero. Además, parece claro que ha triunfado un sistema agroindustrial que tiende a arruinar los modelos tradicionales no sólo agrícolas, sino también de vida. El derroche de recursos naturales y la agresión al medio y al paisaje son continuos en nuestras sociedades. Esta situación hipoteca no sólo la supervivencia de nuestra agricultura, sino también el medio ambiente y el hipotético futuro socioeconómico sostenible, que muchos teóricos reclaman pero que muy pocos dan recetas prácticas de cómo conseguirlo.
La agricultura se ha caracterizado siempre por un modelo sostenible, por ello, hay sociedades agrarias, China o Egipto, por ejemplo, con miles de años sobre el mismo suelo, pero en los últimos años, la agroindustria la ha hecho dependiente de la química y de la genética, haciéndola más frágil y vulnerable. Así, por ejemplo, en estos momentos nuestros ganaderos tienen grandes dificultades para colocar el estiércol o los purines que aún se producen en la isla, mientras lo que va quedando de agricultura fertiliza el suelo con miles de toneladas de abonos químicos importados y otros productos de discutible calidad. En cambio a nuestros vertederos llegan grandes cantidades de materia orgánica, que podrían ser el mejor abono para nuestros campos, por otra parte, tanto el compost de residuos urbano, como la gallinácea o la pinocha de nuestros montes mejorarán la fertilidad de nuestros suelos disminuyendo la fragilidad en la fertilización de los mismos, con residuos que podríamos incorporar al agro y no a dicho vertedero. Así, por ejemplo, en este momento de supuesta alternativa a los residuos urbanos en la producción de compostaje apenas se tratan al año unas 45.000 Tm3 de los cuales se convierten en compost alrededor de 5000 Tm3, de las más de 600.000 Tm3 producidas; mientras aquí la producción de residuos se dispara, valga como ejemplo que la planta de transferencia del Valle de San Lorenzo ha pasado de 57.201 toneladas (1992) a 144.889 (2003), es decir, se han incrementado los residuos urbanos en un 256 % en una década. Son datos que deben hacernos pensar el camino que llevamos.
El agricultor no sólo es productor de alimentos, conservador del paisaje, sino también reciclador de la materia orgánica y de los residuos que se componen de ella. Por todo ello, si pretendemos y estamos convencidos que la sostenibilidad debe ser un ideal por el que vale la pena luchar, pero del que en la actualidad estamos a "años-luz". Sería necesario un modelo más austero y solidario con nuestro entorno, menos derrochador y agresivo, asumido por todos y en que participemos de alguna manera con nuestra actitud vital, con nuestro consumo de recursos y de bienes y con la educación de nuestros hijos.
Sin estas condiciones el desarrollo sostenible continuará siendo una de tantas utopías reducidas a columnas de periódicos o a aulas universitarias.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 30 de Mayo 2004

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