domingo, 9 de mayo de 2004

Medio Ambiente: algo más que flora y fauna silvestre


EN PRIMER LUGAR, creo que no es momento para confundir a la opinión pública en polémicas que lo único que consiguen es dividir a los que estamos luchando, desde diversas posiciones y responsabilidades, por el bien del Medio Ambiente canario. Mientras nos desgastamos unos a otros discutiendo y peleando por nuestras respectivas "fincas", los verdaderos problemas ambientales que afectan a ésta y al resto de las islas continúan creciendo.

Desde el Área de Medio Ambiente y Paisaje del Cabildo Insular de Tenerife nos enfrentamos a una realidad enormemente compleja. En nuestro marco territorial coinciden, se superponen con armonía, en ocasiones, pero se obstaculizan, en otras, hasta cinco administraciones diferentes. En algunos casos, las directrices provienen de Bruselas; en otros, es Madrid, quien decide; también el Gobierno de Canarias tiene su importante cuota de gestión territorial, al igual que el Cabildo de Tenerife. Y, finalmente, el ayuntamiento de cualquiera de los 31 municipios, que quiere, demanda y tiene derecho a decir qué necesita en su territorio. Entre normativas europeas, leyes estatales, regionales, planes territoriales y urbanísticos, ordenanzas municipales, etc., el resultado es que cuando tratamos de aplicar a rajatabla la legislación el sistema chirría, y lo hace porque nos encontramos un millón de personas circulando a la vez por encima de este gigantesco "portaaviones" en que se ha convertido la isla de Tenerife, con un nivel de exigencias y consumo que no hace más que desbordar las previsiones menos optimistas.
Esta "inflación" de leyes y planes sobre el territorio no ha tenido en cuenta -hasta ahora- la conservación o protección de ninguna planta cultivada por el hombre, a pesar de su indudable valor histórico y ambiental, y que "mataron" el hambre de nuestro pueblo durante siglos enteros (parece que la nueva Ley de Biodiversidad comienza a tenerlas presentes por primera vez). La realidad -insisto- nos demuestra que, a pesar de que estas leyes se aprueben, con facilidad y por unanimidad, en nuestro parlamento, el deterioro ambiental persiste y se agrava, y el mundo agrario y su paisaje (que nadie se cansa de elogiar) se viene abajo día tras día, para ser colonizado por nuevas urbanizaciones de adosados, apartamentos, hoteles o campos de golf. Si mi única preocupación fuera la protección de los espacios naturales de la Isla supongo que estaría más tranquilo, pero es que este territorio es algo más que esos espacios. La presión demográfica y, por ende, el consumo de recursos y la generación posterior de ingentes cantidades de residuos compromete seriamente nuestro hábitat y nuestra forma de vida. Y esto no es una teoría formulada desde un despacho o desde un aula universitaria (en la que he trabajado más de 25 años), basta con asomarse a la calle, al campo o a las cumbres de la isla, y mirar a nuestro alrededor.
Como gestor del Medio Ambiente de Tenerife, desde hace ocho años, siempre asumiré la responsabilidad de buscar lo mejor para nuestra isla, independientemente de si mis palabras resultan "políticamente correctas" o no. Los ciudadanos de Tenerife necesitan conocer los problemas reales y diarios a los que nos enfrentamos y que no tienen soluciones mágicas. Y es que esta isla no da más de sí. En algún momento, habrá que parar y tomar decisiones duras, que no tienen que ver con nuestros deseos pero sí con la realidad que entre todos hemos contribuido a conformar.
Asimismo, siempre he asumido la conservación y protección de nuestra biodiversidad como una de las prioridades más importantes de la gestión y eso no ha cambiado. De la misma manera reclamo mi derecho a denunciar que algunos de los LIC (Lugares de Importancia Comunitarios), aprobados en Bruselas, se hicieron con demasiada "alegría". El perjuicio para nuestro medio ambiente es enorme con el cierre de la mayor escombrera del noroeste de Tenerife. Ahora, los escombros de la construcción se están vertiendo en barrancos y bordes de camino, sin que podamos poner un policía en cada rincón para vigilarlo y castigarlo. La solución al problema pasa por tratar de compatibilizar las medidas para conservar nuestra biodiversidad al tiempo que buscamos la forma de legalizar las escombreras, impidiendo con ello que se viertan incontroladamente en cualquier lugar. En ningún caso, se va a dejar de proteger ninguna especie protegida, pero sí se va a procurar tener una mentalidad abierta, buscando alternativas para lograr armonizar y resolver este tipo de problemas. En definitiva, continuaremos buscando soluciones para proteger la flora amenazada, en Riquel y en cualquier punto de la isla, a través de vallados, entutorados, cultivos ex situ, etc. Lo que haga falta con el objetivo de que ninguna especie en peligro se pierda en sus hábitats de procedencia.
No he tenido ni tengo el más mínimo deseo en polemizar, ni mucho menos ofender, a ningún colectivo ecologista ni a un colegio profesional que -obviamente- defiende los intereses de sus colegiados. Al contrario, les pido colaboración, diálogo y un mayor compromiso social con los problemas que afectan al medio ambiente canario, más allá de las plantas y de los animales, que parecen ser en ocasiones sus únicas preocupaciones. Desearía, aunque no tengo demasiadas esperanzas, que nos ayuden y se pronuncien sobre cómo resolver los problemas urgentes, que llegan a diario a nuestras mesas y, que afectan decisivamente a las vidas de los hombres y mujeres de esta isla. Mientras esas sugerencias no lleguen trataremos de continuar con nuestra labor de protección de todo el Medio Ambiente de la isla de Tenerife, con nuestras luces y con nuestras sombras.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 9 de Mayo 2004

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