HACE POCOS DÍAS hemos asistido con incredulidad al
descrédito del acuerdo alcanzado entre las organizaciones de productores
canarios y la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias. Un pacto
alcanzado tras la demanda en la calle (en especial, en La Palma) de miles de
agricultores para tratar de asegurar la supervivencia de este cultivo para el
futuro inmediato. Sin embargo, en medio de un estupor generalizado, 5 de las 24
organizaciones de productores se desmarcan del citado convenio y expresan un
violento rechazo a lo firmado unas pocas semanas antes.
Es posible que al agudo lector no le sorprenda este tipo de
actitudes en el sector que inspiró al insigne Nijota para componer su célebre
polka frutera, pero para los que respirábamos tranquilos después de una ardua y
dura lucha, que dejó algunas heridas difíciles de cicatrizar, esta nueva
campaña de desestabilización nos sume en una profunda decepción. Estos señores
que se oponen a contribuir a un fondo de solidaridad y de promoción del plátano
allende Los Pirineos con 5 ptas./kg., apoyándose en el descrédito que existe en
estas Islas a cualquier iniciativa colectiva y de consenso. Ayudar a los
agricultores más débiles para impedir que "arrojen la toalla" y
mejorar la promoción de la fruta para superar las ventas en el mercado
"cautivo" peninsular no representan una causa lo suficientemente
justificada para refrendar el acuerdo adoptado por la gran mayoría de los
productores. Estas medidas, junto al freno a las nuevas plantaciones y la
superación del umbral de los 30 millones de kilos, que nos permitiera competir
con solvencia en un mundo dominado por 3 multinacionales (Chiquita, Dole y Del
Monte) que comercializan la astronómica cifra de más de 10 millones de
toneladas.
La concentración de la demanda en grandes superficies y
cadenas de supermercados ha motivado que el sector exportador canario tenga
dificultades para sobrevivir a su excesiva atomización que dificulta no ya su
producción y comercialización, sino la adopción de medidas urgentes y ágiles
para mejorar sus expectativas de mercado, tal y como hacen las grandes empresas
de la competencia. Esta negativa de unas pocas asociaciones es una buena prueba
de ello, porque con su individualismo miserable los agricultores plataneros no
pueden tener futuro.
Es por todo ello que la Plataforma para un reparto justo de
las ayudas había defendido a lo largo de estos años el acuerdo alcanzado entre
las partes: agricultores, Asprocan y Consejería de Agricultura. Finalmente,
logramos entre todos resolver nuestras diferencias y superar los respectivos
resquemores. Un esfuerzo colectivo de negociación y consenso sin parangón en la
historia de nuestra agricultura, sin lugar a dudas. ¿Para qué tanto esfuerzo?
para que unos "notables" plataneros, con el apoyo de algunos poderes
fácticos del plátano, a los que no les afectan las crisis de precios, digan no
a ceder una pequeña parte de sus beneficios para consolidar el sector por su
parte más vulnerable. Estos señores, conscientes de su inferioridad, buscan
convencer a otras entidades para que - como ellos - repudien el pacto en una
actitud de miseria y egoísmo fácilmente calificable. Sus alternativas es
sustituir el fondo de solidaridad por unos escasos céntimos de euro, de anzuelo
a corto plazo para robarle agricultores a las asociaciones que han apoyado el
convenio, y una miserable campaña de descrédito para el colectivo, incluyendo a
las necesarias entidades solventes, como única alternativa posible a las
multinacionales y a la concentración de la demanda por parte de las grandes
superficies. Tampoco han dicho ni una palabra sobre la clasificación en dos
categorías, primera y segunda, y en manojos, como en el resto del mundo,
superando la actual situación artificial de cuatro categorías y el sistema de
manos como referencia de calidad.
En definitiva, que estas líneas no pretenden sembrar más
desánimo en el sector platanero, a pesar de que es cierto que se están
arruinando agricultores ya que no cubren los costes de producción. Hasta la
fecha nos hemos caracterizado por la denuncia de aspectos insolidarios con
relación a las ayudas europeas o a las pretensiones de la Unión Europea de
reducir las partidas destinadas a la agricultura. Sin embargo, son ahora
nuestras propias miserias las que más daño causan al futuro del sector. Es por
ello que un compromiso con el futuro es una apuesta por la unidad y la
solidaridad dentro del sector, y que la denuncia de la situación y el
aislamiento a la facción egoísta y carente de responsabilidad hacia el futuro
debe ser una prioridad para que la historia sea la que juzgue con nombres y
apellidos a sus responsables.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 11 de Agosto 2002
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