PARECE SER QUE EL AGUA vuelve a ser un tema de actualidad,
quizás por la mayor conciencia entre la población canaria de ser un recurso
extremadamente valioso y que padece, en los últimos años, una merma tanto en
cantidad como en calidad. El acuífero de Las Cañadas acusa un descenso en los
últimos años que varía entre 50 cm. y 2 m./año y la conductividad del agua para
los consumos urbanos y para riego no hace más que aumentar, alcanzando en los
últimos tiempos la preocupante cifra de 1.000 microsiemens/cm., es decir, una
proporción de sales que la hacen problemática para la salud y la agricultura.
Para muchas personas la desalación es la respuesta a estos
problemas que afectan al preciado elemento, ya que el mar ofrece agua en
"cantidades industriales", nunca mejor dicho. Sin embargo, la
realidad es otra, ya que a pesar de la significativa mejora tecnológica
experimentada por los procesos de desalación, los costes de producción siguen
siendo notables. Sin olvidar, por supuesto, que es el petróleo aún la fuente de
energía que debe sostener este entramado. Es por ello que los 5 Kw. que cuesta
producir un metro cúbico de agua continúan siendo un valor notable que esta
sociedad debe desembolsar para asegurarse el abastecimiento. En ese sentido, no
debemos perder de vista que nuestra dependencia de la desalación no hará más
que crecer en el futuro, puesto que los acuíferos continuarán en su proceso de
caída. A los mencionados costes de desalación hay que añadirle los consumos
energéticos para la elevación del agua del nivel del mar hacia el interior y
donde se encuentren los cultivos o los centros de población.
Para confirmar este panorama basta con repasar los datos que
suministra el Consejo Insular de Aguas sobre la evolución de la producción de
las galerías insulares, que han pasado de valores superiores a los 6.000 l./sg.
a algo más de 4.038 l./sg., para el año 2000, en un proceso de descenso que no
parece haberse detenido.
Lo que añade preocupación a esta situación es que los
consumos se han disparado, en especial, debido al crecimiento desmedido del
turismo y de la población residente, que superan ya el 50 por ciento de la
producción total de las aguas insulares, es decir, de los 6.500 l./sg.
producidos por galerías, pozos y manantiales. Los grifos han superado a la
agricultura en la demanda de agua por primera vez en nuestra historia. Por todo
esto, hablar del agua y de su relación con la piel de este territorio es
hacerlo de los regadíos de las zonas Sur y costeras del Norte de las Islas, de
los puestos de trabajo que generan, de la producción de alimentos y de una
menor dependencia del exterior en las importaciones, del mantenimiento de la
población en sus hábitats tradicionales y, por supuesto, de paisaje y de una
cultura agraria que ha tardado siglos en generarse. Los agricultores en
Tenerife ya han sufrido la moratoria vía precios y calidad del agua que supera
en Vilaflor las 100 ptas./m.. La Isla ha perdido próximo al 50% de las tierras
regadas en los años sesenta.
En definitiva, tenemos que insistir en que en la mejora de
la gestión y en el consumo del agua nos va una gran parte de nuestro futuro. De
esto se derivan una serie de prioridades urgentes como son: frenar el
crecimiento poblacional y el turístico, mejorar la red de distribución,
reducción de los consumos urbano - turísticos (cada turista consume más de 3 m.
por estancia de media) y, en especial, resolver una de nuestras asignaturas
pendientes: la reutilización del agua a través de la depuración. A pesar de los
esfuerzos realizados aún estamos "en pañales" respecto de otros
lugares en los que se ha apostado por esta opción, mucho más ecológica y
ambiental que las demás. Aún no hemos sido capaces de alcanzar la cifra de 500
l./sg., de los más de 3.000 l./sg. que consumen las zonas urbanas de Tenerife;
pero se revela como un tema clave cara al futuro. Para alcanzar este objetivo,
Cabildos, Gobierno de Canarias y Ayuntamientos han realizado un notable
esfuerzo, que aún continúa, en la mejora y/o construcción de redes de
saneamiento y alcantarillado, de las que tanto hemos adolecido en estas Islas.
Para finalizar, me permito realizar una recomendación para
la ciudadanía. Y no es otra que romper de una vez por todas con la idea
romántica del agua brotando de una fuente inagotable que es el subsuelo de
algunas Islas, en especial Tenerife y La Palma, aderezada algunos años (cada
vez menos) por la imagen del omnipresente Teide cubierto de nieve. Ni siquiera
deben imaginar que existe una maquinaria mágica que convierte el agua salada
del profundo océano en prístinas cascadas de agua dulce, sin ningún tipo de
coste económico o ambiental añadido. Sustituir estas ideas peregrinas por el
reconocimiento de que somos garantes de un recurso tremendamente escaso y
finito para nuestros hijos y que, por tanto, es una responsabilidad individual
y colectiva contribuir al ahorro y al mejor uso del preciado líquido.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 18 de Agosto 2002
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