domingo, 15 de septiembre de 2002

Agricultura y zarzales en el Norte de Tenerife


HASTA HACE UNOS AÑOS los agricultores canarios dominaban los bardos de zarzas, limitando su extensión a los bordes de caminos o de huertas, bien como indicadores de propiedad bien como vallas protectoras para evitar que los animales sueltos se escapasen de las propiedades respectivas. Por supuesto, esos zarzales carecían de valor económico; sin embargo hay que reconocer que desempeñaban un papel reseñable en el sistema agrario tradicional, que se caracterizaba fundamentalmente por aprovechar al máximo todos los recursos que una tierra, no siempre demasiado generosa, ofrecía al campesino de las Islas.

Las zarzas también se utilizaban para elaborar abono orgánico para las tierras cultivadas. En los momentos de "hambre de tierras" y de necesidad de combustible para cocinar, las zarzas estuvieron fuertemente controladas y reducidas a la mínima expresión territorial. En ese sentido, tenemos un topónimo que ejemplifica perfectamente esta situación del pasado, el Hoyo de los Zarzales, en La Guancha, nos indica un reducto al que quedó confinada esta especie foránea, mucho antes de que comenzara el proceso de gran expansión en el que hoy nos encontramos. Este crecimiento desmedido de las zarzas que comenzó hace varias décadas, coincidiendo con el progresivo declive de la actividad agrícola, supone un riesgo creciente ante la aparición de incendios. La acumulación de combustible que representa el auge desmedido de esta planta de rápido crecimiento es un problema que no puede ser resuelto con el único esfuerzo de los trabajadores de Medio Ambiente, ya que su expansión por barrancos, caminos, antiguos terrenos de cultivo, etc., hace inviable esta solución. Por el contrario, se necesita la colaboración de los ayuntamientos y de los ciudadanos que conviven en las proximidades de viviendas y fincas con acumulaciones de zarzas.
Los ayuntamientos deben emitir bandos que soliciten la participación de los vecinos en esta tarea. El soporte legal para esa colaboración ciudadana existe. La Orden del Gobierno de Canarias, de 8 de junio de 1998, por la que se determinan las épocas de peligro de los incendios forestales en Canarias y se dictan instrucciones para su prevención y extinción, señala que todas aquellas "viviendas y edificaciones en zona forestal deberán estar dotadas de una franja de seguridad de 15 metros de anchura mínima, libre de residuos, de matorral espontáneo y de vegetación seca...", deja bien a las claras la responsabilidad de que los propietarios de inmuebles de despejar de vegetación las proximidades, como medida imprescindible para evitar que las mismas ardan a consecuencia de un incendio. Esta situación es especialmente preocupante en municipios que albergan importantes núcleos de población en las cercanías de masas forestales y en las zonas de tránsito obligatorio para los ciudadanos. Esta es otra de las facturas que debe pagar esta Comunidad por la progresiva extinción de los agricultores que actuaban como jardineros de nuestro territorio.
Es evidente que los problemas que afectan al medio ambiente de la Isla son numerosos y graves. A pesar del esfuerzo realizado no podemos cuidar cada metro cuadrado de la Isla como si del jardín de nuestra casa se tratase por lo que se hace necesario que los ciudadanos nos responsabilicemos de la cuota de cuidado ambiental que nos corresponde: los que tengan casas limítrofes con la vegetación, que la controlen con el asesoramiento de los trabajadores de Medio Ambiente; las personas que acuden a las áreas recreativas que tengan un comportamiento racional en el uso de los fogones; los fumadores que no arrojen colillas por las ventanillas de los coches; las amas y los amos de casa que ahorren toda el agua; los padres que eduquen a sus hijos en el respeto a la naturaleza y en el ahorro frente al consumismo desmedido, etc. No nos engañemos, por mucho dinero que invirtamos en equipos humanos y técnicos, la conservación de nuestro medio ambiente sólo es posible desde una postura concienciada y activa de los ciudadanos que integramos esta sociedad. Sin esta premisa, todos nuestros esfuerzos están condenados al fracaso.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 15 de Septiembre 2002

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