EL FUTURO socioeconómico de la Isla de La Palma ha sido en
los últimos años tema de numerosos seminarios, cursos, discusiones y polémicas.
La sostenibilidad y el desarrollo endógeno han sido las banderas enarboladas
por una amplia mayoría de la sociedad palmera que ha sabido conservar como
pocas la cultura, las tradiciones y el paisaje de su territorio.
El desarrollo
alcanzado por el turismo rural en la Isla no tiene parangón por su alcance y
los medios utilizados en el resto del archipiélago, cuya figura visible es la
Asociación Isla Bonita, un ejemplo de tesón y eficacia en la defensa del
verdadero turismo rural. Las iniciativas económicas propuestas por la
Asociación de Desarrollo rural de la Isla de la Palma (ADER) han ido
encaminadas en la dirección de mantener la actividad agraria tradicional con la
innovación en nuevos campos, como el turismo cultural, la agricultura ecológica
o las nuevas tecnologías puestas al servicio de la sociedad palmera.
La sostenibilidad y el desarrollismo son caminos opuestos y
La Palma, junto a El Hierro, eran las únicas islas que - explícitamente - se
habían decantado por la vía más lenta y difícil del desarrollo sostenible. Algo
constatable, si uno se detiene a leer sus respectivos planes insulares de
ordenación, o bien, sale a la calle y habla con sus gentes. No obstante, en
estos días asistimos a la constatación de que determinadas presiones e intereses
económicos pretenden invertir este sendero emprendido por la Isla Bonita allá
por los principios de la década pasada. El obstáculo en cuestión tiene nombre:
se llama complejo residencial o macrohotel de cuatro estrellas. Tiene
ubicación: en Fuencaliente, en el sur de la isla. ¿Las plazas alojativas? 1.800
turistas, que si se suman a sus trabajadores conformarán un nuevo
"municipio" en la Isla, superior en número a la población del propio
pueblo de Fuencaliente. A nadie de los que proyectaron tamaño proyecto y que lo
están ejecutando con la colaboración inestimable de determinados políticos
locales, se le ha ocurrido pensar en el impacto social, cultural y ambiental
que provocará en este entorno. Este hotel, por supuesto, demandará mucha mano
de obra, más que todos los cultivos de plataneras de la costa adyacente, que ya
tendrán dificultades para conseguir mano de obra con la competencia inclemente
del sector hostelero emergente. ¿Qué formación están recibiendo los hombres y
mujeres de Fuencaliente para trabajar en este hotel? La respuesta es sencilla,
ninguna, porque los puestos a los que accederán no requerirán ninguna
cualificación, por lo que no sólo los vecinos de Fuencaliente se desencantarán
rápidamente con las promesas de trabajo y riqueza fácil - hechas al calor de
las noches preelectorales - , sino con la llegada de cientos de inmigrantes en
busca del vital trabajo como agua de mayo, puestos que no ocuparán los locales
y que serán asumidos por los foráneos, como ha pasado en Fuerteventura, Lanzarote,
Tenerife, Gran Canaria y La Gomera, con las consecuencias ya conocidas. No hay
secretos en esto del capitalismo. Los modelos se repiten con mimetismo y una
falta de originalidad algo sorprendente, si quieren que les diga.
Otras dudas que tengo, y que espero que alguien más se esté
preguntando, son: ¿qué repercusión tendrá la creación - de repente - de algo
más del triple de plazas que todo el turismo rural establecido y asentado en
toda la Isla desde hace más de una década? ¿Cómo afectará a las pequeñas
empresas familiares que han sobrevivido hasta ahora en la época de los
hipermercados? ¿Qué impacto va a tener esta obra en todas aquellas familias que
viven de la agricultura, que azufran las viñas y que alquilan a los turistas su
casita rural o su apartamento? ¿Cómo van a soportar las carreteras del sur de
la Isla el tránsito de cientos y cientos de coches de alquiler?, etc.
En verdad, este "hotel" de Fuencaliente representa
el ejemplo perfecto de los proyectos de desarrollo en Canarias pensados con "el
bolsillo", en contra de los ideados con la cabeza y con las premisas que
priman el bien de la comunidad. Por supuesto, que no hay que dudar de que a
algunos palmeros les irá bien con este modelo - cómo no - , pero serán los
menos. Y lo que es casi tan importante es que supone el arrinconamiento
definitivo y la "prostitución" de la idea - romántica, si quieren -
de que La Palma era una Isla diferente, que apostaba por pensar las cosas antes
de hacerlas que presumía de ser dueña de su destino, de luchar por preservar la
identidad de una comunidad ejemplar y orgullosa de su pasado y de sus
tradiciones; una Isla en que la defensa de su territorio y el paisaje humano y
natural que alberga son las primeras premisas que orquestarán su desarrollo
futuro.
La actividad turística en La Palma puede y debe ser un
factor importante en el desarrollo económico, pero no puede ni debe convertirse
en el único argumento ante el futuro, y mucho menos el turismo depredador y
salvaje del que tanto sabemos en las demás islas. Hay que luchar desde el
primero hasta el último palmero para que operaciones urbanísticas del calibre
de Fuencaliente no salgan adelante (en cualquier lugar de las Siete Islas) y
defender, en cambio, aquellas iniciativas que respeten el marco humano y físico
en el que pretenden desarrollarse. No estamos en contra del hotel siempre que
se produzca una reducción significatica del número de camas y se integre en el
marco territorial y humano que le rodea. Por encima de debates maniqueos, de
turismo si / no, la reflexión debe imperar en un tema tan importante para todos
como es la isla en la que queremos que vivan nuestros hijos el día de mañana.
Ni más ni menos.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 29 de Septiembre 2002
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