domingo, 29 de septiembre de 2002

La Palma: ¿Isla sostenible?


EL FUTURO socioeconómico de la Isla de La Palma ha sido en los últimos años tema de numerosos seminarios, cursos, discusiones y polémicas. La sostenibilidad y el desarrollo endógeno han sido las banderas enarboladas por una amplia mayoría de la sociedad palmera que ha sabido conservar como pocas la cultura, las tradiciones y el paisaje de su territorio.
El desarrollo alcanzado por el turismo rural en la Isla no tiene parangón por su alcance y los medios utilizados en el resto del archipiélago, cuya figura visible es la Asociación Isla Bonita, un ejemplo de tesón y eficacia en la defensa del verdadero turismo rural. Las iniciativas económicas propuestas por la Asociación de Desarrollo rural de la Isla de la Palma (ADER) han ido encaminadas en la dirección de mantener la actividad agraria tradicional con la innovación en nuevos campos, como el turismo cultural, la agricultura ecológica o las nuevas tecnologías puestas al servicio de la sociedad palmera.
La sostenibilidad y el desarrollismo son caminos opuestos y La Palma, junto a El Hierro, eran las únicas islas que - explícitamente - se habían decantado por la vía más lenta y difícil del desarrollo sostenible. Algo constatable, si uno se detiene a leer sus respectivos planes insulares de ordenación, o bien, sale a la calle y habla con sus gentes. No obstante, en estos días asistimos a la constatación de que determinadas presiones e intereses económicos pretenden invertir este sendero emprendido por la Isla Bonita allá por los principios de la década pasada. El obstáculo en cuestión tiene nombre: se llama complejo residencial o macrohotel de cuatro estrellas. Tiene ubicación: en Fuencaliente, en el sur de la isla. ¿Las plazas alojativas? 1.800 turistas, que si se suman a sus trabajadores conformarán un nuevo "municipio" en la Isla, superior en número a la población del propio pueblo de Fuencaliente. A nadie de los que proyectaron tamaño proyecto y que lo están ejecutando con la colaboración inestimable de determinados políticos locales, se le ha ocurrido pensar en el impacto social, cultural y ambiental que provocará en este entorno. Este hotel, por supuesto, demandará mucha mano de obra, más que todos los cultivos de plataneras de la costa adyacente, que ya tendrán dificultades para conseguir mano de obra con la competencia inclemente del sector hostelero emergente. ¿Qué formación están recibiendo los hombres y mujeres de Fuencaliente para trabajar en este hotel? La respuesta es sencilla, ninguna, porque los puestos a los que accederán no requerirán ninguna cualificación, por lo que no sólo los vecinos de Fuencaliente se desencantarán rápidamente con las promesas de trabajo y riqueza fácil - hechas al calor de las noches preelectorales - , sino con la llegada de cientos de inmigrantes en busca del vital trabajo como agua de mayo, puestos que no ocuparán los locales y que serán asumidos por los foráneos, como ha pasado en Fuerteventura, Lanzarote, Tenerife, Gran Canaria y La Gomera, con las consecuencias ya conocidas. No hay secretos en esto del capitalismo. Los modelos se repiten con mimetismo y una falta de originalidad algo sorprendente, si quieren que les diga.
Otras dudas que tengo, y que espero que alguien más se esté preguntando, son: ¿qué repercusión tendrá la creación - de repente - de algo más del triple de plazas que todo el turismo rural establecido y asentado en toda la Isla desde hace más de una década? ¿Cómo afectará a las pequeñas empresas familiares que han sobrevivido hasta ahora en la época de los hipermercados? ¿Qué impacto va a tener esta obra en todas aquellas familias que viven de la agricultura, que azufran las viñas y que alquilan a los turistas su casita rural o su apartamento? ¿Cómo van a soportar las carreteras del sur de la Isla el tránsito de cientos y cientos de coches de alquiler?, etc.
En verdad, este "hotel" de Fuencaliente representa el ejemplo perfecto de los proyectos de desarrollo en Canarias pensados con "el bolsillo", en contra de los ideados con la cabeza y con las premisas que priman el bien de la comunidad. Por supuesto, que no hay que dudar de que a algunos palmeros les irá bien con este modelo - cómo no - , pero serán los menos. Y lo que es casi tan importante es que supone el arrinconamiento definitivo y la "prostitución" de la idea - romántica, si quieren - de que La Palma era una Isla diferente, que apostaba por pensar las cosas antes de hacerlas que presumía de ser dueña de su destino, de luchar por preservar la identidad de una comunidad ejemplar y orgullosa de su pasado y de sus tradiciones; una Isla en que la defensa de su territorio y el paisaje humano y natural que alberga son las primeras premisas que orquestarán su desarrollo futuro.
La actividad turística en La Palma puede y debe ser un factor importante en el desarrollo económico, pero no puede ni debe convertirse en el único argumento ante el futuro, y mucho menos el turismo depredador y salvaje del que tanto sabemos en las demás islas. Hay que luchar desde el primero hasta el último palmero para que operaciones urbanísticas del calibre de Fuencaliente no salgan adelante (en cualquier lugar de las Siete Islas) y defender, en cambio, aquellas iniciativas que respeten el marco humano y físico en el que pretenden desarrollarse. No estamos en contra del hotel siempre que se produzca una reducción significatica del número de camas y se integre en el marco territorial y humano que le rodea. Por encima de debates maniqueos, de turismo si / no, la reflexión debe imperar en un tema tan importante para todos como es la isla en la que queremos que vivan nuestros hijos el día de mañana. Ni más ni menos.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 29 de Septiembre 2002

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