domingo, 1 de diciembre de 2002

Pinares, manifestaciones y actitudes en Tenerife


ESTOS DÍAS HEMOS VISTO en Santa Cruz una realidad tremendamente alentadora para el Medio Ambiente de nuestras Islas. La demostración pública y palpable de que buena parte de esta sociedad no es indiferente a las agresiones que nuestro paisaje natural está sufriendo desde hace muchos años. Sin embargo, los que tenemos la responsabilidad de velar por la salud de nuestros espacios naturales tenemos la obligación de realizar una reflexión crítica o, al menos, de realizar una labor de información y divulgación de cuál es la situación actual de nuestros pinares, no sólo en Vilaflor, sino en toda la Isla.
Se ha dicho - con insistencia - en diferentes medios de comunicación que el tendido eléctrico va a pasar por encima del famoso "Pino Gordo", destruyéndolos a él y a los imponentes ejemplares de su entorno, cuando eso jamás sería permitido por el Área de Medio Ambiente del Cabildo de Tenerife. Por supuesto que tampoco se debe dejar de lado la penosa trayectoria histórica de UNELCO con relación al medio ambiente en las Islas, hasta que las instituciones públicas y determinados colectivos sociales pusieron freno a determinadas actitudes prepotentes y faltas de sensibilidad. En definitiva, el pueblo de Tenerife ha hablado y ha dejado clara su postura. Los políticos no somos sordos a estos requerimientos y actuaremos en consecuencia, como debe ser.
La historia reciente de nuestros pinares nos enseña que en la década de los setenta se cortaban algo más de 10.000 pinos al año, que abastecían entre 6 y 8 aserraderos, que daban trabajo a un colectivo significativo de tinerfeños, y suponían una importante fuente de ingresos para muchos municipios. En la actualidad, no se corta un árbol con fines maderables (desde la década de los ochenta). Únicamente, se realizan las llamadas "entresacas", cuyo fin es mejorar la salud de los montes, espaciando lo suficiente los árboles para que puedan desarrollarse sin problemas. La madera que se obtiene de estas actuaciones es, a continuación, astillada - en su mayor parte - por una falta de aprovechamientos más importantes. Por otro lado, la pinocha en nuestros montes, que en el pasado era buscada y recolectada con afán por nuestros campesinos, cubre la superficie forestal insular. Apenas sobrevive media docena de empresas que aún mantienen esta importante actividad tradicional (alentada por el Cabildo de Tenerife), crucial en la prevención de incendios. En este sentido, un dato que merece ser valorado es que en los años sesenta se tuvo que importar pinocha de El Hierro porque en Tenerife los montes se encontraban completamente limpios de ella. Aún hoy, incluso los pinos secos apenas se cortan, sino que se mantienen en nuestros montes como hábitat de los pájaros picapinos. Nos vemos en la obligación de traer madera de tea de otras Islas para completar la restauración de la iglesia de Buenavista porque aquí no se consigue. Esta es la realidad de los usos de nuestros árboles en Tenerife en estos momentos.
Pero también hay que contemplar que se ha doblado la superficie forestal de los años cuarenta, pasando de unas raquíticas y esquilmadas 30.000 hectáreas a algo más de 50.000. Continuamos reforestando en el Sur y en el Norte de Tenerife, sin descanso. En especial, en los lugares donde la erosión amenaza con mayor intensidad nuestra geografía, en los municipios de Arico y Fasnia, pero también en otros espacios. Sin embargo, y a pesar de todo este esfuerzo humano, material y presupuestario de muchos años precedentes oigo, con estupor, que algunos nos llaman "asesinos de árboles", o que cuando asistimos a una manifestación haciendo uso de nuestro legítimo e inalienable derecho a expresarnos libremente se nos acusa de "provocadores", "corruptos", se nos insulta con rabia incomprensible, se nos escupe y se nos zarandea, por parte de una minoría que se escuda en una noble idea para retomar hábitos fascistas de represión y agresión.
Quiero insistir en que el sentido de responsabilidad nos obliga a decir que esta sociedad "no puede pedir agua en la higuera y sol en la era", al mismo tiempo. No puede continuar esta Isla por los derroteros de estos últimos tiempos, con su incontrolado crecimiento urbano y demográfico, con hábitos consumistas y derrochadores de recursos que nos han impregnado en todos los órdenes de la vida, con tres televisores en la casa, con placas vitrocerámicas, con un coche para cada miembro de la familia, y luego, en un ejercicio de hipocresía, afirmar que no queremos tendidos eléctricos o más carreteras, mientras se siguen construyendo urbanizaciones, hoteles y apartamentos por doquier y matriculando 3.000 coches al mes. Si no nos damos cuenta de esta terrible contradicción en que vive sumida esta sociedad y, en consecuencia, no ponemos los medios para remediarla, ni 100 manifestaciones nos salvarán del caos que acontecerá - con seguridad - en el futuro inmediato.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 24 de Noviembre 2002

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