EL PASADO 16 de diciembre nos visitó una de las primeras
borrascas de la temporada, aportando la vital humedad que tanto necesitaba la
reseca piel de las Islas. Un aporte hídrico que dejó húmedo casi todo el suelo
de la Isla, de la costa hasta la cumbre, de sur a norte. Sin embargo, y como
suele ocurrir con frecuencia, la lluvia trajo aparejados también efectos no
deseables y negativos. Un fuerte viento acompañó al agua, generando daños en la
agricultura y en los espacios forestales de la vertiente norte de Tenerife, al
igual que en la Isla de La Palma.
El paisaje resultante fue desolador. Más de 100.000 pinos
quedaron en un suelo, arrancados por el viento huracanado, con rachas
superiores a los 120 km./h. No deja de ser esclarecedor que los efectos
negativos de este temporal repercutieron de forma distinta según la especie
afectada. En ese sentido las repercusiones fueron más desfavorables en los
árboles peor adaptados a la geografía local. Por ello, y sin entrar en
xenofobias y otros tópicos al uso en estos tiempos, el viento dejó en el suelo
a la gran mayoría de pinos insignes o pinos de California, es decir, los
árboles introducidos en las décadas de los cincuenta a los setenta por nuestros
antiguos forestalistas.
Los pinos de reforestación tapizaron la mayor parte del
Valle de La Orotava, "robándole" el espacio bien a la laurisilva o al
fayal - brezal, bien al propio pino autóctono. Desde hace más de veinte años se
venía hablando de sustituirlos progresivamente por las especies nativas, pero
no fue hasta 1996, que comenzamos desde el Área de Medio Ambiente de Tenerife a
quitar estas especies foráneas para reemplazarlas por las nuestras. Por
supuesto, no nos libramos de una gran cantidad de críticas por parte de supuestos
ambientalistas, críticas que fueron perdiendo fuerza y se extinguieron con el
paso del tiempo y con la constatación del exquisito cuidado en los métodos
empleados en esta ambiciosa operación. Se comentaba que los fines que
alimentaban este proyecto eran los de hacer negocio con la madera y las
motivaciones ambientales constituían una burda excusa. Hay que agradecer que
estas mismas personas nos hayan permitido seguir trabajando con tranquilidad en
estos últimos años.
El hecho es que el vendaval dejó casi intactos a la
comunidad de pinos canarios y, en cambio, abatió de forma sistemática a los
pinos foráneos. Esto pone de manifiesto, entre otras cosas, que hemos de ser
respetuosos con nuestra naturaleza, con nuestra biodiversidad y con nuestro
entorno, en general; y que no siempre (casi nunca) lo de fuera es mejor, sino
que suele estar peor adaptado a nuestro medio natural.
De la misma forma, el viento que ha destrozado buena parte
de nuestros cultivos ha repercutido discriminando las variedades de plataneras,
en beneficio de las que llevan más de 100 años en nuestras Islas (la pequeña
enana) respecto a las que han sido introducidas recientemente (la gran enana)
con criterios meramente productivistas.
En conclusión, podemos decir que cada cierto tiempo la
naturaleza se encarga de darnos una nueva lección a políticos, técnicos y a
toda la sociedad en conjunto. Algunas veces, esa lección la olvidamos con suma
prontitud y, en otras ocasiones, son tan dolorosas, que es imposible obviarlas.
Pero la realidad cierta es que debemos respetar y comprender buena parte de la
minusvalorada cultura de nuestros "magos" antes de introducir cambios
bruscos, como sucedió con esas repoblaciones de la segunda mitad del siglo
pasado y que, aun alentadas por motivos ambientales, supusieron una ignorancia
y un desprecio sustancial por lo que teníamos en casa difícilmente
justificable.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 2 de Febrero 2003
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