domingo, 2 de febrero de 2003

Las leyes de la naturaleza y el viento


EL PASADO 16 de diciembre nos visitó una de las primeras borrascas de la temporada, aportando la vital humedad que tanto necesitaba la reseca piel de las Islas. Un aporte hídrico que dejó húmedo casi todo el suelo de la Isla, de la costa hasta la cumbre, de sur a norte. Sin embargo, y como suele ocurrir con frecuencia, la lluvia trajo aparejados también efectos no deseables y negativos. Un fuerte viento acompañó al agua, generando daños en la agricultura y en los espacios forestales de la vertiente norte de Tenerife, al igual que en la Isla de La Palma.

El paisaje resultante fue desolador. Más de 100.000 pinos quedaron en un suelo, arrancados por el viento huracanado, con rachas superiores a los 120 km./h. No deja de ser esclarecedor que los efectos negativos de este temporal repercutieron de forma distinta según la especie afectada. En ese sentido las repercusiones fueron más desfavorables en los árboles peor adaptados a la geografía local. Por ello, y sin entrar en xenofobias y otros tópicos al uso en estos tiempos, el viento dejó en el suelo a la gran mayoría de pinos insignes o pinos de California, es decir, los árboles introducidos en las décadas de los cincuenta a los setenta por nuestros antiguos forestalistas.
Los pinos de reforestación tapizaron la mayor parte del Valle de La Orotava, "robándole" el espacio bien a la laurisilva o al fayal - brezal, bien al propio pino autóctono. Desde hace más de veinte años se venía hablando de sustituirlos progresivamente por las especies nativas, pero no fue hasta 1996, que comenzamos desde el Área de Medio Ambiente de Tenerife a quitar estas especies foráneas para reemplazarlas por las nuestras. Por supuesto, no nos libramos de una gran cantidad de críticas por parte de supuestos ambientalistas, críticas que fueron perdiendo fuerza y se extinguieron con el paso del tiempo y con la constatación del exquisito cuidado en los métodos empleados en esta ambiciosa operación. Se comentaba que los fines que alimentaban este proyecto eran los de hacer negocio con la madera y las motivaciones ambientales constituían una burda excusa. Hay que agradecer que estas mismas personas nos hayan permitido seguir trabajando con tranquilidad en estos últimos años.
El hecho es que el vendaval dejó casi intactos a la comunidad de pinos canarios y, en cambio, abatió de forma sistemática a los pinos foráneos. Esto pone de manifiesto, entre otras cosas, que hemos de ser respetuosos con nuestra naturaleza, con nuestra biodiversidad y con nuestro entorno, en general; y que no siempre (casi nunca) lo de fuera es mejor, sino que suele estar peor adaptado a nuestro medio natural.
De la misma forma, el viento que ha destrozado buena parte de nuestros cultivos ha repercutido discriminando las variedades de plataneras, en beneficio de las que llevan más de 100 años en nuestras Islas (la pequeña enana) respecto a las que han sido introducidas recientemente (la gran enana) con criterios meramente productivistas.
En conclusión, podemos decir que cada cierto tiempo la naturaleza se encarga de darnos una nueva lección a políticos, técnicos y a toda la sociedad en conjunto. Algunas veces, esa lección la olvidamos con suma prontitud y, en otras ocasiones, son tan dolorosas, que es imposible obviarlas. Pero la realidad cierta es que debemos respetar y comprender buena parte de la minusvalorada cultura de nuestros "magos" antes de introducir cambios bruscos, como sucedió con esas repoblaciones de la segunda mitad del siglo pasado y que, aun alentadas por motivos ambientales, supusieron una ignorancia y un desprecio sustancial por lo que teníamos en casa difícilmente justificable.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 2 de Febrero 2003

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